Todos creemos saber sobre situaciones
difíciles, sobre cosas que nos cuestan hacer pero creo, por experiencia propia,
que no se sabe lo que es realmente difícil hasta que una debe
desarmar su cuarto. Ayer me toco hacerlo, era necesario porque se me adelantó
el viaje y quiero tener todo listo, más sabiendo que estoy llena de actividades
y viajes. Un camping el fin de semana, una ida a Nueva Helvecia muy necesaria,
la organización de mi cumpleaños-despedida, la preparación de las valijas, los detalles de
los trámites finales, en fin, un millar de cosas. Ayer quité el mural que tanto
me costó hacer, fue como comenzar a quitar partes de mi misma y las veía caer
sobre la bolsa de basura, es como un sentimiento de pérdida pero a la vez un
sentimiento de nuevo comienzo, nuevas oportunidades (tengo
esta cosa virtud-defecto de ver el lado bueno de las cosas).
Ya no siento nervios, por suerte he podido
dormir y eso me alivia ya que estoy tratando de cambiar mi reloj biológico para
dormir en horarios NORMALES. Pero si siento ansias y algo de estrés, porque
como digna perfeccionista quiero tener todo listo y me estreso un poco.
Como sea, quince días para que me vaya, habrá
que hacer magia con el tiempo.
No tengo mucho para decir, me sobran ideas
pero en estos momentos no sé cómo plasmarlas (estas crisis que tenemos los que
añoramos ser escritores...).
Hoy la consigna es de lo más fácil: Tomen algo
que hayan guardado por mucho tiempo, algo que tengan pero que no necesitan, que
nunca usan y seamos realistas, algo que nunca van a usar. Sepárenlo, desháganse
de él, descubrirán que cuando dejamos algo obtenemos otra cosa sin esperarlo.
Hay que aprender a guardar por necesidad y no por coleccionar, nuestra vida no
es un museo, es un libro lleno de páginas en blanco, no confundamos.
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